miércoles, 12 de mayo de 2010

No Generalizar

Reconozco que las canciones de los “Bukis” no me desagradan del todo pero no es mi género favorito. Sin embargo, siempre es un buen momento para escucharlos y comprenderlos. Entré al Penal de Puente Grande solo con mis ojos, mi olfato y mi piel para conocer lo que es estar tras una reja y esperar años para salir o quizá resignarse a morir ahí.

Entré con otras 50 personas más, como reportera me pidieron que cubriera la visita de los diputados de la comisión de readaptación social, al Penal de Puente Grande. ¿El requisito? ir vestida de negro. Una pluma azul, una libreta forma italiana, mis herramientas pero no las únicas. Creo que mi memoria es visual por eso lo que veo lo retrato con palabras y con sonidos así que sin grabadora no me sentí desnuda para contar.

Hay ventajas de que el tour a la cárcel fue numeroso, los diputados llevaron chóferes, secretarias y agregados culturales, así que esto me facilitó pasar desapercibida.

Los directivos del Centro de Readaptación Social guiaban a los diputados y a los reporteros. Una parte de las preguntas las escuché después me harté y comencé a mirar a mi alrededor. Me pasó ese fenómeno que me ocurría en la primaria, la maestra seguía hablando y yo miraba al techo para preguntarme sobre cómo construyeron mi escuela. Así que mis ojos se abrieron para intentar encapsular la imagen de mi primera visita al Penal de Puente Grande.

Lo primero que vi fue el pasto blanco pensé, ¿un pasto mutante, un pasto especial en la prisión? No, la recién pintada de los machuelos dejó su marca en el pasto. Una prueba de que antes de nuestra visita mejoraron la imagen del lugar.
Dejé de ver el suelo y levanté la mirada. Alrededor de mí hombres vestidos de beige, cada uno con diferente tipo de ropa pero todos en ese tono. En el jardín dos reos regaban las rosas rojas. Un padre con tejana caminaba a lado de su hijo le hablaba mientras le daba una bolsa color naranja llena de comida.

Mis pupilas registraron este encuentro paternal y en otro lado un médico hablaba del déficit de 30 doctores para el penal. “Sigamos” caminé y seguí al grupo que cruzó un patio donde había reos. Nadie los saludó, nadie les dijo “Con permiso” eran como sujetos invisibles, fantasmas sociales, individuos transparentes. Mi madre muchas veces me dijo que para abrir las puertas del mundo habría que recordar esta palabras “ hola, con permiso, por favor y gracias” así que mis años de condicionamiento y aprendizaje me hicieron sonreír y decir “Hola, con permiso”, algunos sonrieron otros respondieron el saludo.

Reconozco que en ese momento pensé ¿cuántos de aquí cometieron un crimen, mataron a alguien, cuántos de aquí violaron a una mujer, golpearon niños o traficaron con drogas, quizá aquí está el que me robó mi coche, mi estéreo, aquí está el que un día secuestró a mi Papá? Sí pensé eso. Me dolió pensarlo y recordar cuando alguna vez fui víctima o alguien que amo fue robado y secuestrado.

Recordar a mi Papá fue lo que más me dolió y me aislé mentalmente. Después volví a pensar en mi papá, un hombre trabajador y respetuosos de los derechos humanos ; él, que pese a todo siempre es optimista, en ese instante me recordó lo que me había enseñado “ pris, no hay que generalizar” y así me hice otras preguntas ¿cuántos de estos son inocentes, cuántos de estos hombres no tuvieron abogado defensor, cuántos son chivos expiatorios, cuántos están aquí por no tener dinero para pagar la comida que se llevaron por hambre, cuántos de aquí fueron engañados y a base de tortura los hicieron firmar para declararse “ culpables”?.

Esa segunda serie de preguntas me hizo pensar que en efecto, generalizar no es bueno, mi Papá tiene razón, porque sí generalizamos solo miramos un ángulo, condenamos, etiquetamos sin dar la oportunidad a las personas de defenderse. Aprender esa lección de mi padre ha sido clave para mi trabajo como reportera porque si generalizamos los periodistas nos perdemos la posibilidad de conocer más al ser humano.

Después de hacerme esas preguntas y escuchar a mi papá en mi imaginación , caminé sin tensión entendiendo que México es un país complejo lleno de “Otras Notas” que no son contadas, historias ignoradas como las que hay dentro del Penal de Puente Grande. En las siguientes entregas te contaré más de esta visita, hoy solo quería sacar el corazón lleno de emociones para dejarlo descansar para después escribir sobre los dormitorios, los talleres, la iglesia, la terraza donde los reos se encuentran con sus familiares…prometo que te lo contaré.

¿ Y los bukis qué tienen que ver con esto? como no podía usar grabadora y sabrás que los sonidos son parte importante para las historias que te cuento. Caminaba con la cabeza hacia abajo a un lado de las canchas de fútbol, en eso vi a un hombre sentado en un machuelo intentando sacar las notas de una canción, rápido miré el libro de “Guitarra fácil” y en la página decía: Nombre de la Canción: “Me siento Solo”. Autor: Marco Antonio Solis y los Bukis. Esa sería la canción que nos ilustrará este día, con esa melodía podrás viajar al Centro de Readaptación Social del Estado de Jalisco.

Aquí te dejo la canción, esa que este hombre preso intentaba que brotara de su guitarra. No discrimines este género, escúchala y piensa en ese hombre vestido de beige que seguía cada acorde.